Las Hazañas y Aventuras del Grano de Café.

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Las Hazañas y Aventuras del Grano de Café.

Reseña sobre Café - La Heroica Historia de un Commodity (NY Times, 1935)

En esta entrada compartimos la traducción de una reliquia de artículo publicado por NY Times en 1935. Encontramos el artículo un poco afectado por los años (foto de arriba), entre las páginas del libro que se reseña: Coffee, The Epic of a Comodity, H.E Jacob (1935), libro que relata el alucinante recorrido del grano de café alrededor de los continentes. Este es el comienzo de una serie de artículos que hemos descubierto y queremos rescatar. ¡Esperamos que los disfrutes tanto como nosotros!

Las Hazañas y Aventuras del Grano de Café 

Por: Edward Larocque Tinker  – Traducción: Alicia Molina

Con detalle de fragancias, este recuento de la historia del café está lleno de sorpresas.

Reseña del libro “Coffee. The Epic of a Commodity. Autor: Heinrich Edoward Jacob, 296 pp, New York: The Viking Press

Es interesante conocer la emocionante historia entrelazada en las andanzas del café, en ocasiones un producto tan común. Las guerras, la batallas navales y las luchas comerciales que se libraron en su nombre; su paso de las farmacias a las cafeterías y su amarga rivalidad con la cerveza, los vinos y los licores fuertes; la cantidad de millonarios que ha enriquecido y arruinado. Todas estas señales de aventura reflejan la historia épica del café, más parecida a una historia de Las mil y una noches que a la de una bebida rutinaria.

Con una variedad de detalles coloridos, este recuento de la historia del café explica cómo el grano, cuyas cualidades se conocieron alrededor del año 1000 D.C, viajó en una extraña cadena de eventos desde Etiopía a Arabia y después a Europa. Uno de estos eventos ocurrió en 1683, cuando los Turcos estaban rodeando a Viena. Sabiendo que la ciudad estaba a punto de caer,Georg Kolschitsky y su compañero, quienes hablaban turco perfectamente, se ofrecieron a llevar una carta al Duque de Lorena (Francia) rogando refuerzos.

Disfrazados de turcos, audazmente pasaron entre las líneas enemigas en medio de la lluvia. En su camino se encontraron con un comandante turco, quien movido por su situación y viéndolos empapados, los invitó a su carpa, donde los ayudó a refrescarse y les dio una taza de café caliente.

Los valientes mensajeros lograron finalmente alcanzar y guiar a sus aliados, quienes marchaban para atacar a los turcos. Cuando la batalla terminó, Kolschitsky vio a un grupo de soldados saqueadores vieneses reunidos alrededor de grandes bultos llenos de granos de color café, abandonados por los turcos que habían lograron escapar.

Algunos pensaron que era comida de camello y quisieron quemarla, pero tan pronto Kolschitsky percibió el aroma, recordó la maravillosa bebida que el viejo comandante les había dado. Inmediatamente rogó por todas las bolsas y gustosamente se las concedieron, pues nadie les encontró ninguna utilidad. Kolschitsky las transportó hasta la casa de Viena que le otorgó la municipalidad como gratitud por levantar el bloqueo. Y en poco tiempo, Kolschitsky abrió la primera tienda de café en Viena.

En una vivaz narrativa, llena de incidentes pintorescos, el señor Jacob (autor), sigue la expansión del café hasta Alemania, donde se convirtió en la bebida favorita de las mujeres, pero no pudo competir contra la cerveza y el vino en los hombres. No llegó a Francia hasta el año 1634, cuando un cierto señor de La Roque regresó de Constantinopla a Marcella, trayendo consigo una pequeña olla de metal y unos granos que había tostado y preparado en ella.

En principio fue considerado una medicina y se vendió en las farmacias. Los doctores lo recetaban para el escorbuto, la viruela, la tuberculosis, la hidropesía y la oftalmia, pero eran cuidadosos y advertían a sus pacientes que no debían mezclar la bebida con leche, pues se consideraba que esto podría producir lepra.

El café no ocupó su lugar como bebida en Francia hasta que el comandante Suleiman visitó la Corte de Luis XIV en 1669. Como Embajador del Gran Turco, entró de forma extravagante y aflojó la lengua de las mujeres de la corte, quienes aceptaron su hospitalidad con unas cuantas dosis de café. De esta forma, descubrió mucha información que le ayudó a consolidar su alianza contra Alemania. Su visita generó un furor de consumo de café que Molière denominó “Turcomanía”. El café era muy costoso en esos días y por esto se consideró una bebida de ricos hasta 1672, cuando Pascal abrió su primera cafetería en París.

Un capítulo más interesante habla sobre la alianza entre café, literatura y política. Alrededor de 1720, había 380 tiendas de café en París, muchas de ellas eran lugares de encuentro de escritores que habían empezado a pensar que el café aclaraba y llenaba de energía sus cerebros, agudizaba la memoria y agregaba fluidez y brillantez a sus conversaciones.

Otras clases también frecuentaban estos lugares y gradualmente se convirtieron en espacios de foros políticos, donde los literatos predicaban nuevas ideas. Fue en estos lugares, según reflexiona Jacob, donde nació la semilla de la Revolución Francesa.

El frijol saltarín de México es perfectamente pasivo en comparación con el grano de café y sus múltiples andanzas. El costo de la importación desde Abisinia y Arabia fue tan alto que cualquier otra forma de conseguirlo debía ser hallada inevitablemente.

Los holandeses fueron los primeros en resolver el problema. Su Compañía de las Indias Orientales comerciaba en el Archipielago Malayo por clavos y pimienta negra hasta que Willem Von Outborn, al final del siglo XVII plantó café en Java y Sumatra. El arbusto creció con éxito en su nueva casa y los holandeses esclavizaron a la población nativa para cuidar las plantas. Pronto los holandeses pudieron dictar el precio del café en toda Europa. Esta situación de monopolio holandés duró solo por algunos años, pues el incansable grano de café estuvo siempre en movimiento.

 

En 1714, el alcalde de Amsterdam, pensando en lograr algo de publicidad para el café que había traído tanto oro a Holanda, envió a Luis XIV una planta de café como regalo. La planta fue ubicada en una de los invernaderos del Rey y permaneció allí como simple curiosidad. Sin embargo, un capitán de infantería, Gabriel Mathieu Desclieux (también conocido como De Clieu), regresó a Francia en licencia de sus funciones en Martinica y estaba obsesionado con la idea de que el café podía ser sembrado en la Martinica Francesa tan exitosamente como en la Java holandesa.

Desclieux logró obtener un diminuto brote verde de la planta Real. Y después de conservarla con mucho cuidado durante el largo viaje, la logró llevar hasta Martinica en 1723. Allí floreció y se esparció a otras Islas de Sotavento y hasta Brasil. De esta forma, el cortés gesto del alcalde holandés de dar la pequeña planta a Luis XIV, resultó en la destrucción del monopolio holandés.

Jacob ha integrado la historia de este héroe grano de color marrón con la historia del mundo y brillantemente ha resumido periodos enteros para explicar el éxito o el fracaso de este producto en diferentes países y en diferentes épocas. Ha realizado esta tarea en una forma tan agradable y encantadora que, hasta las personas que no beben café, se fascinarán con el libro.

Para aquellos que desean profundizar en el tema, el libro “Todo sobre café” (All about coffee) de William H. Ukers, sigue siendo insuperable por lo completo en términos académicos, de documentación e ilustración.

Por: Edward Larocque Tinker, New York Times – 1935